19 de mayo de 2024

Clarin Veracruzano

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Violencia contra mujeres y niñas

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No podemos hablar de paz si no existe en nuestra sociedad el respeto a la integridad de los derechos de las mujeres y las niñas.

Cada vez que escuchamos la noticia de un feminicidio, la sociedad en su mayoría se mantiene ajena e indiferente, y se convierte en cómplice con el silencio.

En México, como en el resto del mundo, atravesamos por una circunstancia histórica que quedará grabada en la memoria de la humanidad como una de las experiencias más dolorosas, de la que debemos aprender para nunca permitir que se repita, porque causa daños irreversibles. La perspectiva de la vida ha cambiado, el orden mundial se inclina por recuperar nuestro principio fundamental de supervivencia ante enemigos invisibles que mucho daño nos hacen.

Nosotros, como la generación a la que le ha tocado vivir en este momento, tenemos que aprender que el respeto a nuestros semejantes es lo fundamental para sobrevivir, que nadie está exento ante los graves riesgos de enfermarse y morir, no hay diferencias sociales, políticas, religiosas, de raza o de género.

Tanto hombres como mujeres estamos en las mismas circunstancias y es tiempo de dejar atrás por completo el odio que los mismos humanos sienten por la humanidad o por la vida, persiguiendo sólo sus intereses económicos y de poder.

Es tiempo de tomarnos de la mano y hacer un frente común para que demostremos que sí se puede erradicar por completo el sentimiento de violencia entre nosotros.

La pandemia nos ha obligado a permanecer encerrados en casa, a disminuir nuestro contacto social y mantener un distanciamiento para evitar el riesgo permanente de contagio.

Es una estrategia de prevención y mitigación de cualquier enfermedad, puesto que ya lo hemos vivido en diferentes momentos de la historia; es tiempo de reconocer que los avances tecnológicos no están siendo suficientes. Que lo básico es protegernos a nosotros mismos y así proteger a los demás.

La violencia se hace presente todos los días en los hogares, los centros de trabajo y las mismas calles contra quienes aún permanecen en un estado de indefensión ante una sociedad machista.

La violencia contra las mujeres y las niñas se ha incrementado y tenemos que poner el dedo en la llaga para evitarlo a como dé lugar.

El peligro corre al interior de los hogares, representando el mayor riesgo de nuestro presente ante la pandemia. ONU Mujeres señala: «70 por ciento de las mujeres ha experimentado violencia física y/o sexual por parte de un compañero sentimental durante su vida».

Asimismo, es importante destacar que los menores de edad que han observado violencia del padre sobre la madre o viven cualquier tipo de violencia de forma personal durante su infancia, tienden a convertirse en personas que la ejercen sobre sus parejas, hijos o hijas, de modo que todo esto se torna un ciclo vicioso que nunca se acaba.

En la pandemia de covid-19, la violencia en contra de las mujeres y las niñas sigue siendo una gran amenaza, que se ha transformado en un problema de salud pública en nuestro país.

Niñas y mujeres están expuestas al grave riesgo de ser violentadas en medio de un encierro que genera desesperación como consecuencia de la escasez económica y de la falta de costumbre en la convivencia familiar. Infinidad de condiciones son las que prevalecen para propiciar que un adulto, joven o adolescente varón, se sienta con el derecho de agredir a una mujer en casa. De 2013 a 2018, la sensación de inseguridad de las mujeres pasó de 74.7% a 82.1%, según lo señala la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) 2018.

La presidenta de la Comisión para la Igualdad de Género del Senado, la morenista Martha Lucía Micher Camarena, impulsa, con el apoyo de la ONU, a través de la Iniciativa Spotlight, el trabajo de reformar la legislación, a fin de terminar con la violencia contra mujeres y niñas porque las mujeres son las principales víctimas de delitos sexuales de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Este esfuerzo legislativo representa un camino de unidad, siendo más importante el que se realice a través de la educación, formando en el carácter de las niñas y los niños el respeto absoluto a la integridad del ser humano, a los derechos humanos, a las libertades y a la erradicación de la violencia de género.

Las palabras convencen pero el ejemplo arrastra y es así que considero que más allá del recordatorio el día 25 de cada mes, en cada uno de los 12 meses, se debe convertir todo esfuerzo en la apertura de una ventana de oportunidad, abriendo también la puerta grande de nuestra conciencia, capaz de mover voluntades, en convencer a la sociedad misma de que no debemos permitir, bajo ninguna circunstancia, la violencia desde el más pequeño indicio. Desde el primer momento debe propiciarse el diálogo, la comunicación intrapersonal e interpersonal, mediante la cual cada mujer se convenza a sí misma de que hay alternativas, de que hay mujeres que están dispuestas a luchar a su lado para no permitir que sufran y, a su vez, para que sus hijos no vivan las consecuencias de este terrible mal social.

Los hombres tenemos el deber impostergable de acompañar a las mujeres en su defensa, y hacer posible, repitiendo en una sola voz, una vida sin violencia contra las mujeres y las niñas, unidos por el respeto e integridad de su persona, aún a pesar del incremento del estrés y de la severa crisis que existe en la salud mental, emocional y física por la que están atravesando miles de hogares mexicanos, como consecuencia de la pandemia y, también hay que decirlo, de la información que recibimos a diario por medio de las redes sociales.

El partido político Morena, en sus documentos básicos, defiende la bandera del respeto a los derechos humanos, la igualdad y equidad de género así como la integración de la familia. Por eso y mucho más, reafirmo mi convicción de sumarme a toda lucha de las mujeres que representa el rescate de los valores y el fortalecimiento de nuestros principios de igualdad, libertad y fraternidad.

El momento democrático que vivimos ante la cuarta transformación nos obliga a no permanecer callados, levantar la voz y, sobre todo, actuar para defender al tesoro más grande de nuestra patria: Las mujeres y las niñas mexicanas.

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