8 de mayo de 2024

Clarin Veracruzano

Tu noticiero en linea

EL MITO DE LA CARGA DE CABALLERÍA DEL GENERAL PORFIRIO DÍAZ GANANDO LA BATALLA DE PUEBLA

22 minutos de lectura

Texto/Imagen:L.C.C. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias *DERECHOS RESERVADOS

El día lunes 5 de mayo de 1862 vio la batalla entre el ejército francés invasor al mando del general Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez, y el mexicano al mando del general de división Ignacio Zaragoza Seguin, frente a la ciudad de Puebla. Enfrentados en una proporción de 3 a 2 (6 048 franceses contra 5 000 mexicanos), Zaragoza aprovechó los errores tácticos de Lorencez, quien atacó Puebla por su lado más fuerte: los cerros donde se localizaban los viejos edificios virreinales conocidos como Fuerte de Loreto y Fuerte de Guadalupe, buscando obtener una victoria aplastante que destruyese la moral republicana y desoyendo los consejos de sus aliados mexicanos de atacar por la zona del convento del Carmen menos defendida y por tanto la parte más débil de la defensa mexicana.

La verdadera diferencia entre ambos ejércitos estaba en el nivel de preparación profesional y la calidad de los fusiles y cañones. Los franceses disponían de fusiles Minié con balas cilindro-cónicas y cañones de ánima rayada con mayor alcance y precisión fabricados entre 1853 y 1859. Los mexicanos estaban armados con fusiles de diversas épocas, desde obsoletos ingleses de las Guerras Napoleónicas y cañones de ánima lisa, algunos fabricados todavía en el periodo virreinal. En este famoso combate afrontaron, pese a los esfuerzos de Zaragoza para abastecerlos, una gran escasez de armas portátiles, por lo que los artilleros tuvieron que ceder sus pistolas a la infantería combatiente y tuvieron que defenderse con balas de cañón cuando los invasores escalaron los muros de Loreto y Guadalupe.

Los combatientes franceses eran militares de profesión y con experiencia en las guerras de Europa y África llevadas a cabo en el reinado de Napoleón III. Los mexicanos eran casi todos reclutas de Guardia Nacional, teniendo solo una tropa de línea o profesional en la guerra, el 5o. Batallón Fijo de Veracruz.

Los franceses tenían la ventaja en tecnología y experiencia militar, pero la desventaja en la soberbia de su general en jefe que subestimaba -a pesar del consejo de sus aliados mexicanos- la capacidad de resistencia y la profesionalidad de los líderes del país donde se encontraba. Los generales mexicanos habían adquirido experiencia en la Guerra de Reforma (1857-1860) y en la Primera Intervención Norteamericana (1846-1848) y tenían a su favor, el conocimiento del terreno y que luchaban en su propio país. Pero con el inconveniente de liderar fuerzas de poca o nula experiencia militar, que en cualquier momento podrían huir o retirarse en desbandada si eran derrotadas.

Zaragoza adaptó su plan de batalla conforme observándolo, fue descifrando las intenciones del enemigo. Días antes corrió el riesgo de enviar una brigada de 1 000 hombres con su mejor caballería al mando de los generales O’Horán y Antonio Carvajal hacia el rumbo de Atlixco, para evitar que la guerrilla de 2 000 conservadores del general reaccionario Leonardo Márquez se uniese a los franceses aumentando su superioridad numérica.

De esta forma, las posiciones mexicanas resistieron el embate de tres oleadas sucesivas contra los fuertes de Loreto y Guadalupe, donde se manifestó el excelente trabajo en equipo de los generales de brigada Porfirio Díaz, Miguel Negrete, Francisco Lamadrid, Antonio Álvarez, Felipe Berriozábal y el teniente-coronel Félix Díaz, todos bajo el mando superior de Zaragoza. Quien trazó el plan de batalla que permitió a las tropas mexicanas rechazar las oleadas francesas, girar sobre sí mismas y lanzar un contraataque que culminó con los invasores atrincherándose en la hacienda de San José Rementeria, retirando sus regimientos en desorden y suspendiéndose la refriega por un fuerte aguacero.

El ejército francés hizo gala de su experiencia en los campos de batalla europeos y supo rehacerse, evitando retirarse en desbandada hacia su base en Orizaba. No fue derrotado en forma irreversible sino únicamente contenido en su avance hacia la capital del país.

Zaragoza fue reforzado en los días siguientes con los 2 000 hombres de la Guardia Nacional de Guanajuato del general Florencio Antillón y con su caballería que regresó victoriosa de Atlixco. Después, inició su ofensiva contra los franceses que se retiraban hacia Orizaba, saliendo de Puebla con dos divisiones de 4 000 hombres de infantería cada una y 1 600 de caballería.

Sin embargo, la inexperiencia de los soldados mexicanos que tanto temía Zaragoza y los movimientos mal coordinados de sus generales, provocaron la derrota en Barranca Seca el 18 de mayo, cuando los conservadores por fin se unieron a los franceses y estos fueron a auxiliarlos saliendo desde Orizaba. El Cuerpo de Ejército de Oriente tuvo 100 muertos, 200 heridos y de 800 a 1 200 prisioneros o dispersos. Con esto se equilibró la balanza entre los contendientes y se puso fin a la ofensiva mexicana. Con esto, los franceses se recuperaron del revés propinado en Puebla, pero jamás de haberse roto el mito de su invencibilidad en los campos de batalla y que les habían dado el sobrenombre de «Los primeros soldados del mundo».

PORFIRIO DÍAZ EN PUEBLA

En su afán de engrandecer a este personaje histórico, sus admiradores desde el siglo XX terminaron desconociendo las fuentes documentales de la época, los aspectos de cómo se desarrollaba una batalla campal en 1862 y sobre todo, el testimonio del mismo general Díaz sobre glorias que se le han querido atribuir, para eclipsar la de Zaragoza y hacerlo más héroe de lo que realmente fue.

El día de la batalla, Zaragoza ya había sido ministro de guerra y aunque ostentaba el grado de general de brigada como Díaz y sus compañeros, era más antiguo en el cargo. El 8 de marzo de 1859 había sido promovido al grado de general de brigada, otorgado por su superior el general Santos Degollado. A raíz de su victoria en Puebla fue ascendido a general de división, el más alto rango que podía aspirar un general de la República Mexicana en aquella época. Y éste en su calidad de general en jefe no solo seguía todos los movimientos desde las distintas brigadas desde el cuartel general en Puebla, sino que poseía autoridad suficiente para contravenir y detener las operaciones en el mismo campo de batalla enviando órdenes a través de mensajeros a caballo.

El frente de batalla que los mexicanos formaron contra los franceses, formó una larga línea de varios kilómetros entre los fuertes y los franceses, donde las brigadas mexicanas ocuparon posiciones: Díaz a la derecha con las tropas de Oaxaca, Berriozábal y Lamadrid al centro con las del Estado de México y San Luis Potosí, Negrete a la izquierda ocupando los fuertes de Loreto y Guadalupe, con diversos destacamentos de la caballería de Álvarez y las guardias nacionales formadas con campesinos sin armas de fuego en las hondonadas y partes bajas.

Díaz solo tenía mando de un sector y su brigada no era la más potente, después del desastre de Chalchicomula, siendo imposible que dirigiera la batalla en su totalidad por estar enclavado personalmente en el mismo campo de batalla y no desde un sitio propicio para visualizarla o recibir informes a tiempo. Su fuerza estaba constituida por los batallones 1o. y 2o. de Guardia Nacional de Oaxaca, Guerrero, Morelos con varias piezas de artillería. Contaba con el Batallón Rifleros de San Luis, en función de puestos avanzados. En total, solo 1 000 hombres, equivalentes a la quinta parte del Ejército de Oriente al iniciar la batalla.

La brigada de Oaxaca se colocó en la plazuela de la Ladrillera frente al camino de Amozoc que se dirigía a Veracruz. A su izquierda se apostaron los hombres de San Luis, menos la caballería. Y a su derecha el escuadrón Lanceros de Toluca y el de Carabineros á caballo de San Luis, mandados por el general Álvarez. Al frente de toda esta línea se estableció una batería de batalla y á más de trescientos pasos á vanguardia se tendieron como tiradores los Rifleros de San Luis, quedando distribuido el resto de la artillería, bajo el mando del coronel Rodríguez, en los fuertes de Guadalupe y Loreto, y en el perímetro interior de la plaza.

Desde el día de la batalla se le reconocieron sus logros tácticos pero el mérito del triunfo estratégico fue para Zaragoza y Díaz nunca pretendió cambiar eso ni siquiera en las décadas en que fue presidente de México.

LA BATALLA

Los franceses se presentaron frente a la garita de peaje de Amozoc con 6 048 soldados y 16 cañones integrados en el 99.º Regimiento de Línea, el 2.º Regimiento de Zuavos, el 1.º Batallón de Cazadores de Vincennes y un batallón de fusileros de la Infantería de Marina. Disponían además de un batallón de Ingenieros Coloniales, un cuerpo de Caballería Ligera con 152 Jinetes y el 2.º Escuadrón de los famosos Cazadores de África.

Los mexicanos desplegaron 1 200 soldados en los fuertes, 3 500 en cuatro columnas de infantería con una batería de batalla y una brigada de caballería por el lado del camino a Amozoc. Otros 300 de guardias, servicios y Estado Mayor se dispusieron para la defensa en la ciudad de Puebla, con apoyo de 2 baterías de artillería de batalla y dos de montaña.

La infantería francesa continúo marchando, pero al llegar frente al fuerte de Guadalupe hizo alto, estableció sus baterías y comenzó un fuego vivísimo de cañón sobre aquel. Dirigiendo una gruesa columna de zuavos, precedida de una línea de tiradores, y enfilaron hacia el fuerte. Zaragoza intuyó lo que vendría y desde su puesto de observación ordenó cambiar la línea de batalla: lanzó la infantería de la brigada del general Berriozábal y el batallón Reforma de San Luis á reforzar los cerros de Guadalupe y Loreto. Al mismo tiempo dividió su caballería, enviando al punto que ocupaba antes Berriozábal a los Lanceros de Toluca y el piquete llamado de Solís. El resto de la caballería quedó apoyando á la brigada de Oaxaca, á las órdenes del teniente-coronel Félix Díaz, sobrino del general Porfirio Díaz.

La batalla inició a las 11:15 AM y Díaz entró en acción hasta después de las 2:30 PM cuando Lorencez lanzó la tercera y última oleada, acudió a disminuir la presión sobre el fuerte de Guadalupe. A las 4:30 PM el cielo se tornó negro y en medio de truenos y relámpagos comenzó una fuerte lluvia en el campo de batalla.

En ese sector fue el general Álvarez y no Díaz, el primero quien pasó a la ofensiva , junto con los guerrerenses del batallón Reforma. Poco después Díaz acudió en su auxilio al verlos casi rodeados por los franceses, con los batallones 1º. de Oaxaca al mando del teniente-coronel Espinosa, el 2º. al mando del teniente-coronel Loaeza, y 100 hombres del batallón Independencia mandados por el teniente-coronel Pedro Gallegos y dos cañones de batalla. Para cuando logró liberarlos de esa eventualidad, los franceses ya estaban retirándose precipitadamente del cerro del fuerte de Guadalupe y otros ya estaban preparando un cuarto ataque.

LA PERSECUCIÓN

Para evitarlo, Díaz ordenó que pasaran a la ofensiva en un doble ataque todas sus fuerzas: por la derecha los rifleros de San Luis con la caballería de los Lanceros de Oaxaca y Toluca. Y por el flanco izquierdo su reserva constituida por el batallón Morelos a las órdenes del teniente-coronel Rafael Ballesteros con dos piezas de artillería.

En esos momentos la fuerte lluvia cesó dando el astro rey suficiente luz para operar con la caballería y pasando a la historia como el «Sol de mayo», rememorando a su vez al «Sol de Austerlitz», que disipó la oscuridad de las nieblas en la famosa batalla del 2 de diciembre de 1805, la más aplastante victoria en la carrera militar del emperador Napoleón Bonaparte.

Mal armados y no con los caballos apropiados para esta clase de maniobras pues los mejores fueron enviados a Atlixco, los 300 jinetes de Toluca y Oaxaca realizaron con éxito dos cargas a la lanza: en la primera tuvieron causaron algunas bajas a los franceses atacándolos con sus lanzas y en la segunda los expulsaron de las barrancas donde se habían apostado durante el combate. Pero al proseguir su retirada, entraron en terreno difícil de hondonadas donde la caballería mal podía maniobrar al galope. Ahí los franceses podían cubrirse, tenderles emboscadas y comenzaron a causarles bajas.

Además, pronto llegaron a la parte exterior de la hacienda de San José Rementeria, donde habían abierto troneras o aspilleras improvisadas en los muros y con su mejor puntería y fusiles de precisión, habrían podido acribillar a la impetuosa caballería de Díaz y revertir la victoria que ya se decantaba por los mexicanos, en una tragedia, pues no tenían reservas con que reemplazar las posibles bajas y los refuerzos llegarían hasta el día siguiente. Dando tiempo a los franceses -ahora escarmentados y más precavidos- a recuperar la iniciativa y organizar otro ataque como se acostumbraba en los campos de batalla europeos.

Esto fue evitado a tiempo por Zaragoza, quien ordenó dos veces a Díaz detenerse y regresar a sus posiciones. La primera vez Díaz desobedeció al mensajero de Zaragoza, pero en la segunda le fue enviado su superior de Estado de Mayor, el coronel Joaquín Colombres, a quien tuvo que pedir el permiso para seguir hasta el límite de lo prudente, mantener una posición amenazante y retirarse al caer la noche. Colombres reconoció que era justo y le concedió la autorización. Pero de fracasar la maniobra, le hubiera costado a Díaz un juicio de guerra y severas consecuencias por exponer inútilmente a sus hombres.

Zaragoza no ordenó detener el ataque por cobardía sino por sobrada precaución: muchos de sus hombres eran inexpertos en este tipo de batallas campales y podían ser superados por profesionales en la guerra, tan pronto como los franceses salieran de su sorpresa y se adaptaran al terreno accidentado. Los mexicanos iban mal e insuficientemente armados y los invasores no, pero les ayudaba poseer el conocimiento del terreno y el estar familiarizados con este, especialmente los miembros de las guardias nacionales poblanas. Además, en esos momentos todavía con luz de día, los franceses podían unir todas sus fuerzas y en un esfuerzo supremo con toda la moral de combate animándoles dar un golpe demoledor a las ya muy castigadas defensas mexicanas, que no tenían fuerzas de reserva frescas que reemplazaran a las que ya combatían ni estaban sobradas de municiones.

Las fuerzas de Díaz se detuvieron en el limite de fuego enemigo a 700 metros frente a los franceses atrincherados en la hacienda y cuyos fusiles modelos Lafaucheux y Treville de Beaulieu, de retrocarga con ánima rayada y balas cónicas Minié, les permitían acertar a una distancia de 600 a 700 metros. En su parte de guerra, el general Díaz menciona que se retiró a las 7:00 PM.

Cumplieron su misión primordial que consistía no en derrotar por sí solos al enemigo (algo por demás imposible) sino evitar que los invasores se reagruparan para un siguiente ataque, que posiblemente hubiese terminado por arrollar a la mal armada y agotada guarnición de los fuertes. Con la noche cayendo y una fila de feroces jinetes entre ellos y los fuertes, los franceses desistieron de continuar por el resto del día.

TESTIMONIOS DE PROTAGONISTAS

Los detalles de estas acciones de la persecución de los franceses, pueden conocerse a través del testimonio del mismo general Porfirio Díaz en el parte de guerra que el 6 de mayo envío a Zaragoza detallando las acciones llevadas a cabo en su sector de la batalla, en numerosas obras militares modernas publicadas desde la segunda mitad del siglo XIX, las MEMORIAS DEL GENERAL PORFIRIO DÍAZ publicadas en 1892 y bastante muy en detalle en BATALLA DEL 5 DE MAYO DE 1862 EN PUEBLA – TELEGRAMAS OFICIALES, una compilación de partes e informes del combate realizada por el coronel Rafael Echenique con autorización de la Secretaría de Guerra en 1892.

Para esta publicación se muestra al lector el parte de guerra del general Díaz a Zaragoza, mostrado en la obra DATOS BIOGRÁFICOS DEL GENERAL DE DIVISIÓN C. PORFIRIO DÍAZ – CON ACOPIO DE DOCUMENTOS HISTÓRICOS publicada en 1884.

¿Cuál fue el costo en vidas humanas y acciones particulares de la carga de caballería ordenada por el general Díaz? En BATALLA DEL 5 DE MAYO DE 1862 EN PUEBLA – TELEGRAMAS OFICIALES, se tienen los partes de guerra del general Zaragoza y de los jefes de los dos cuerpos de caballería que participaron:

GENERAL IGNACIO ZARAGOZA. Como comandante en jefe informó al general Ignacio Mejía a cargo del ministerio de guerra, su superior inmediato. Del episodio referente a Porfirio Díaz al final de la batalla, escribió lo siguiente:

«Cuando el combate del cerro estaba más empeñado, tenía lugar otro no menos reñido en la llanura de la derecha que formaba mi frente. El ciudadano general Díaz, con dos Cuerpos de su brigada, uno de la de Lamadrid, con dos piezas de batalla y el resto de la de Álvarez, contuvieron y rechazaron a la columna enemiga, que también con arrojo marchaba sobre nuestras posiciones: ella se replegó hacia la Hacienda de San José Rementeria, donde también lo habían verificado los rechazados del cerro, que ya de nuevo organizados, se preparaban únicamente a defenderse, pues hasta habían claraboyado las fincas; pero yo no podía atacarlos, porque derrotados como estaban, tenían más fuerza numérica que la mía: por tanto, mandé hacer alto al ciudadano general Díaz, que con empeño y bizarría los siguió, y me limité a conservar una posición amenazante.

Ambas fuerzas beligerantes estuvieron a la vista hasta las siete de la noche, que emprendieron los contrarios su retirada a su campamento de la Hacienda de los Álamos, verificándolo poco después la nuestra a su línea.» (Echenique, 1892:26-27)

LANCEROS DE OAXACA. Su jefe el teniente-coronel Félix Díaz emitió un comunicado bastante breve comparado los de los demás jefes militares y él que fue partícipe de la acción, menciona lo siguiente:

«Al -margen: «Cuerpo de Ejército de Oriente.—Cuartel Maestre.—
Brigada de Caballería—Cuerpo de Lanceros de Oaxaca.—Tengo el honor de participar á vd. que la columna que se formó del Cuerpo Lanceros de Toluca y el que yo tengo la honra de mandar, cargó dos ocasiones sobre el enemigo por disposición del C. General en Jefe de este Cuerpo de Ejército, logrando en la primera arrollar al enemigo, haciéndole algunos muertos; y en la segunda solo se desalojó al enemigo de las barrancas que ocupaba, no habiéndose seguido la carga por el mal terreno, y haberse sufrido las novedades que ya doy á vd. cuenta en relación separada.— Libertad y Reforma, Puebla, Mayo 6 de 1362.—Félix Díaz—C. General en Jefe de la Brigada de Caballería.—Es copia que certifico.—Puebla. Mayo 6 de 1862.—Mejía.» (Echenique, 1892:43-44)

LANCEROS DE TOLUCA. Es mucho más extenso y detallado el informe de su jefe de la 1a. Brigada de Caballería, el general Antonio Álvarez, también emitido el 6 de mayo de 1862:

«Al márgen: Cuerpo de Ejército de Oriente.—Cuartel Maestre.—
Cuerpo Lanceros de Toluca.—Tengo el honor de poner en el superior conocimiento de vd., que este Cuerpo de mi mando, estando situado el día anterior en una plazuela frente á la garita nueva, á las dos y media de la tarde, hora en que el enemigo atacaba el cerro de Guadalupe, me previno el C. General en Jefe del Ejército emprendiese mi marcha hácia la garita vieja de Amozoc: habiéndolo así verificado, y á la vez que llegaba el Cuerpo á dicho punto, comenzó el enemigo á atacarlo, resistiéndoles con la fuerza de mi mando el General C. Porfirio Díaz, quien habiéndolo hecho emprender su retirada se me previno por dicho C. General en Jefe darle la carga en aquellos momentos de triunfo para nuestras armas, disponiendo yo entonces que el 1er. Escuadrón formando una batalla la emprendiese, continuando en seguida el 2o. Escuadrón y el piquete de Lanceros de Oaxaca que mandaba el Teniente Coronel C. Félix Díaz, formando una columna para reforzar el 1o. sobre dos de los Cuerpos enemigos á quienes perseguí en un espacio de más de quinientas varas, hasta que aquellos que habiendo llegado á un bordo situado á la izquierda del camino, se organizaron y parapetaron en el mismo bordo á la vez que otro Cuerpo de ellos que se hallaba emboscado en una barranca se presentó cargando sobre nuestra derecha: en estos momentos en que ya no me era posible continuar la carga por lo obstruido del terreno, comencé á hacer mi retirada en el mejor orden hasta situarme á una distancia de trescientas varas de aquella garita. Entonces la infantería que allí estaba con el expresado General Díaz lo comenzó de nuevo á hostilizar, hasta que por segunda vez emprendieron la retirada. En este momento se me previno darles de nuevo un alcance, lo cual ejecuté con el mejor éxito en un espacio de más de cien varas de terreno parejo, en donde nuestros soldados lancearon á algunos; pero después de este espacio en que ya el terreno es bastante quebrado y lleno de barrancas y bordos, y por lo mismo el enemigo encontraba en él un apoyo para resistirme, hice alto a distancia de veinte pasos del enemigo para organizar mi fuerza y retirarme, situándome después á retaguardia de los Batallones «Rifleros» y «Oaxaca» que habían ido á protegerme, quienes haciendo un esfuerzo lograron quitar á aquellos las posiciones que tenían y perseguirlos hasta el centro del grueso de toda su fuerza, quedando yo entonces con mi Cuerpo en el centro de dichos batallones formando nuestra línea y permaneciendo en dicha posición hasta las ocho y media de la noche, en que por orden del C. General en Jefe emprendimos nuestra marcha para esta Ciudad, cubriendo yo la retaguardia de la Infantería hasta situarme en el mismo punto de donde había partido antes.—En la 1a. y 2a. carga que dió este Cuerpo en los términos que ya he mencionado, tenemos que lamentar la muerte del 2o. Ayudante Juan Morales y trece lanceros, habiendo salido heridos un sargento 2o., tres cabos y seis lanceros. Además han muerto también ocho caballos y resultaron heridos cinco caballos de Jefes y Oficiales y catorce de tropa.—Del comportamiento que tuvo este Cuerpo, que me honro de mandar, nada me ha quedado que desear, pues todo en general no ha hecho otra cosa que cumplir con su deber, y por lo mismo lo creo digno de las consideraciones del Supremo Gobierno á quien le ruégo á vd. lo felicite por el triunfo que han tenido nuestras armas en la gloriosa jornada á que me contraigo.—Dios, Libertad, Independencia y Reforma. Puebla, Mayo 6 de 1862—C. Morales Puente.—C. Jefe de la 1a. Brigada de Caballería, Antonio Álvarez.—Es copia que certifico. Puebla, Mayo 6 de 1862.— Mejía.—Rúbrica.» (Echenique, 1892:44-45)

VALORACIONES

La carga de caballería ordenada por el general Porfirio Díaz fue valiente y efectiva para los fines que le dieron origen, pero no fue legendaria ni derrotó a los franceses por sí sola. Solo fue una persecución al final de la batalla, que logró su objetivo, evitar que se reagrupasen para otro asalto.

Pagando el costo de 14 lanceros y 8 caballos muertos, más 10 lanceros y 19 caballos heridos. No se sabe exactamente cuántos franceses murieron en la persecución, pero según el parte de Porfirio Díaz, debieron ser más de veinte junto a incontables heridos.

Posiblemente hubiese sido mucho más alto el costo en vidas humanas, si los mexicanos hubieran caído de lleno en la trampa de los invasores, que no estaban derrotados ni abrumados ni mucho menos desanimados. Pues en las guerras europeas en Rusia, Austria e Italia estas cosas eran frecuentes y se peleaba en números de centenares de miles de hombres desde más de 50 años antes. Sirve de ejemplo, que tan solo en la batalla de Solferino librada el 24 de junio de 1859 entre el ejército francés de Napoleón III y el rey Víctor Manuel II del Reino de Cerdeña contra la fuerza del emperador austriaco Francisco José I, los contendientes presentaron fuerzas mucho más numerosas que en la batalla de Puebla: 118 600 por los franceses y aliados contra 100 000 austriacos, adjudicándose los primeros la victoria después de un muy fiero combate de 9 horas y al costo de 2 492 muertos, 12 512 heridos y 2 922 capturados o desaparecidos en el bando aliado. Más 3 000 soldados austríacos muertos, 10 807 heridos y 8 638 capturados o desaparecidos.

Al día siguiente, Zaragoza mencionó el hecho realizado bajo las órdenes del general Díaz en la orden diaria y lo felicitó por su valor.

Este en sus MEMORIAS publicadas en 1892, como militar disciplinado que siempre fue durante la guerra con los franceses, explicó el episodio sin adornarse ni acreditarse un triunfo general que no le correspondía, desmintiendo así las exageradas pretensiones de sus admiradores -incluso los actuales- por colocarlo en un sitio de héroe y ganador de una batalla que no le correspondía y dónde él mismo no quiso ubicarse.

Por haber llevado la dirección del Cuerpo de Ejército de Oriente desde el mes de abril, habiendo hostilizado a los franceses en Acultzingo, haber hecho lo necesario por fortificar Puebla y sus fortines, haber motivado a las tropas mal armadas, haber corrido riesgos como disminuir su fuerza para enfrentar a Márquez en Atlixco y haber reformulado sobre el mismo tiempo en que el combate ya estaba iniciado, el plan de batalla que les llevó a la victoria y con muchas menos bajas que el atacante, no es raro que el general Zaragoza sea siempre nombrado como el principal artífice de esta victoria nacional, conforme además, a las tradiciones militares donde el general en jefe lleva el principal crédito tanto si vence como si fracasa.

Una sola acción como la de Díaz, por espectacular o viril que parezca, no decidía el resultado de una batalla como la del 5 de mayo de 1862.

El ejército francés registró 117 muertos (17 oficiales) y 305 heridos o dispersos (20 oficiales) e hizo gala de su experiencia en los campos de batalla europeos y supo rehacerse, evitando retirarse en desbandada hacia su base en Orizaba. No fue derrotado en forma irreversible sino únicamente contenido en su avance hacia la capital del país. Durante tres días esperaron el contraataque mexicano, esperando entablar otra batalla campal que les diese la ocasión de hacer la guerra de maniobras donde eran consumados expertos y causarle al ejército mexicano suficientes bajas y obligarlo a huir de Puebla.

En su famoso parte de guerra enviado al presidente Juárez, Zaragoza evaluó correctamente al enemigo, al destacar la bizarría (valor y decisión en la forma de actuar o enfrentarse a personas o situaciones) de los valientes soldados de Francia. Y subrayando la torpeza del su general Lorencez, quién fue el principal artífice del fracaso de su ejército en este día.

Entre sus malas decisiones estuvo el comenzar la batalla bombardeando los fuertes con sus cañones de ánima rayada, que si bien eran más precisos que los mexicanos, dispararon demasiado lejos y agotaron la mitad de sus municiones sin causarles daños apreciables. Y quizá su mayor error fue subestimar el valor del soldado mexicano y sobreestimar el de los suyos por razones subjetivas cómo la superioridad de raza. Los generales que vinieron después de Lorencez, aprendieron muy bien la lección y se conducían guardando precauciones.

La fuerza de Zaragoza pagó la victoria con 83 muertos (4 oficiales) y 232 heridos (17 oficiales) y no salió a presentar batalla nuevamente como quería el enemigo. Se dedicó a reforzar sus defensas, conseguir nuevos suministros, dinero y a recibir a la guardia nacional de Guanajuato.

El resto del año ambos contendientes se hostilizaron en acciones menores. Los invasores esperaron refuerzos desde Europa, que les llegaron hasta septiembre con unos 30 000 soldados. Y el gobierno de Juárez para organizar un ejército más potente y desplegar numerosas guerrillas que harían la vida imposible al invasor.

El verdadero beneficio de la batalla del 5 de Mayo de 1862 consistió en qué México ganó un año de tiempo para fortalecer sus defensas, comprar armas y desarrollar acciones políticas y diplomáticas que permitiesen asegurar la estabilidad de la República Mexicana y su imagen de país libre ante los ojos del mundo entero, especialmente los de los Estados Unidos.

  • El autor es originario de la ciudad de Veracruz, tiene el título de Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Veracruzana, Técnico en Informática por el Centro de Estudios en Computación y Diplomado en Historia del Arte Prehispánico, Colonial y Mexicano por el Instituto Veracruzano de la Cultura entre otros estudios. Es conferencista nacional e internacional, investigador independiente en 25 municipios de Veracruz, asesor municipal en historia militar y civil, artista audiovisual, diseñador y escritor, explorador de rutas históricas y guía-senderista. Actualmente es director-fundador del equipo de Exploración y Estudio del Camino Real Veracruz-México, presidente-fundador de la Real Academia de las Artes por la Hispanidad, director de Investigación, Análisis y Proyección Históricas del Proyecto Ruta de Cortés del Consorcio Constructor de Empresas Mexicanas, coordinador-estatal de cultura del Estado de Veracruz en la Promotora Nacional de Economía Solidaria, presidente del Comité Veracruz-Boca del Río de la A.P.N. Profesionales por México, presidente de la asociación cultural México Hispano, A. C. y coordinador de la asociación cultural española Héroes de Cavite en México. Es también miembro historiador en Cronistas de Veracruz, A. C., del Patronato de la Casa de la Cultura de Ciudad José Cardel, de los grupos culturales Arte, Ciencia y Cultura, Amigos del Museo Comunitario del Cocuite y en los comités “Conmemoración Batalla de Tolome 1832” desde 2020, “Festejos 180 años del Ilustre Instituto Veracruzano” y “80 años de la escuela primaria Salvador Díaz Mirón”.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Garfias Magaña, Gral. Brigada, D.E.M. Luis. La Batalla del 5 de mayo de 1862. Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, Secretaría de Gobernación, México D. F., 1992.

Romero, Matías. Memorias del general Porfirio Díaz. México, D. F., 1892.

Echenique, Rafael. Batalla del 5 de mayo de 1862 en Puebla. Telegramas oficiales relativos a la mencionada batalla. Eusebio Sánchez Editor, México, 1894.

Salazar Monroy, Melitón. Batalla del 5 de mayo de 1862. San Nicolás de los Garza, Fondo Fernando Díaz Ramírez/Capilla Alfonsina/UANL, México, 1949.

Datos biográficos del general de división C. Porfirio Díaz con acopio de documentos históricos. Edición de La Patria Diario de Morelos. Imprenta de Irineo Paz, México, 1884.

About Author